La perseverancia trae ventura –dice la Tradición-. Pero ha de ser una perseverancia… transparente, actualizada y sincera.
Es fácil –según las referencias de cada uno- caer en el error. Perseverar en ello da ocasión al horror.
Se debe aspirar a entender “lo entendible”…; y saberse mantener en silencio ante el Misterio.
Quien reniega de su pasado… no tiene argumentos para aspirar a vivir un futuro mejor.
El sentido orante nos “habilita” para –probablemente- tener… una vivencia de comunión con la Creación. Si esto ocurre, la cumplida comunión con nuestra capacidad, con nuestras relaciones, debe ser inmediata.
El reconocer la falta de compromiso, ¡no nos libra de restituirlo!...
La mejor versión de uno mismo es la que no necesita preguntas.
El reconocer lo incumplido, no nos habilita para lo nuevo.
¿Y la restitución…?
La adaptación complaciente no implica renunciar al propio criterio; más bien al contrario, ¡aporta!... las novedades individuales.
Cualquier modalidad de sentido orante, si está en la frecuencia del Misterio Creador, debe tener… una inmediata repercusión sobre nuestro estar, sobre nuestro hacer, sobre nuestro ser… cotidiano.
El cultivo hedonista de lo orante, sólo se recrea en el “auto-Dios” que genera el que así lo practica.
Hacer de la oración… un sentido de vida, es abrirse a la permanencia en el Universo.
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